Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CONQUISTA DE MEXICO



Comentario

Cómo Cazoncín, rey de Michuacan, se entregó a Cortés


Puso un gran miedo y admiración en todos la destrucción de México, que era la mayor y más fuerte ciudad de todas aquellas partes, y más poderosa en reino y riqueza. Por lo cual, no solamente se dieron a Cortés los súbditos de los mexicanos, sino también los enemigos, por alejar de sí la guerra, no les aconteciese como a Cuahutimoccín; y así, venían a Culuacan embajadores de grandes y diversas provincias y muy lejanas; pues, según cuentan, algunas estaban a más de trescientas leguas de allí. El rey de Michuacan, de nombre Cazoncín, antiguo y natural enemigo de los reyes mexicanos y muy gran señor, envió sus embajadores a Cortés, alegrándose de la victoria y dándosele por amigo. Él los recibió muy bien, y los tuvo consigo cuatro días. Hizo escaramuzar delante de ellos a los de a caballo para que fuesen a ver aquel reino y tomar lengua del mar del Sur, y los despidió. Tantas cosas dijeron de los españoles aquellos embajadores a su rey, que estuvo por venir a verlos; pero se lo estorbaron sus consejeros. Y así, envió allí a un hermano suyo con mil personas de servicio y muchos caballeros. Cortés lo recibió y trató conforme a la persona que era. Le llevó a ver los bergantines, el sitio y destrucción de México. Anduvieron los españoles el caracol en ordenanzas, y soltaron las escopetas y ballestas. Jugó la artillería al blanco que se puso en una torre. Corrieron los de a caballo y escaramuzaron con lanzas. Quedó maravillado aquel caballero de estas cosas, y de las barbas y trajes. Se fue a los cuatro días de llegar, y tuvo mucho que contar al rey su hermano. Viendo Cortés la voluntad del rey Cazoncín, envió a poblar en Chincicila de Michuacan a Cristóbal de Olid con cuarenta de a caballo y cien infantes españoles, y Cazoncín se alegró de que poblasen, y les dio mucha ropa de pluma y algodón, cinco mil pesos de oro sin ley, por tener mucha mezcla de plata, y mil marcos de plata revuelta con cobre; todo esto en piezas de aparador y joyas de cuerpo, y ofreció su persona y reino al Rey de Castilla, como se lo rogaba Cortés. La cabeza principal de la ciudad de Michuacan la llaman Chincicila, y está de México poco más de cuarenta leguas, y en una ladera de sierras, sobre una laguna dulce, tan grande como la de México, y de muchos y buenos peces. Además de esta laguna, hay en aquel reino otros muchos lagos, en los que hay grandes pesquerías; por cuya causa se llama Michuacan, que quiere decir lugar de pescado. Hay también muchas fuentes, y algunas tan calientes, que no las resiste la mano, las cuales sirven de baños. Es tierra muy templada, de buenos aires, y tan sana, que muchos enfermos de otras partes se van a sanar a ella. Es fértil en pan, fruta y verdura. Es abundante de caza, y tiene mucha cera y algodón. Los hombres son más hermosos que sus vecinos, fuertes y para mucho trabajo. Grandes tiradores de arco y muy certeros, especialmente los que llaman teuchichimecas, que están debajo o cerca de aquel señorío; a los cuales, si yerran la caza, les ponen una vestidura de mujer que llaman cueitl por afrenta. Son guerreros y diestros hombres, y siempre tenían guerra con los de México, y nunca o por maravilla perdían batalla. Hay en este reino muchas minas de plata y oro bajo, y en el año 1525 se descubrió en él la más rica mina de plata que se había visto en la Nueva España; y por ser tal, la tomaron para el Rey sus oficiales, no sin agravio de quien la halló. Mas quiso Dios que después se perdiese o acabase; y así, la perdió su dueño, y el Rey su quinto, y ellos la fama. Hay buenas salinas, mucha piedra negra, de la que hacen sus navajas, y finísimo azabache. Se cría grana de la buena. Los españoles han puesto morales para seda, sembrado trigo y criado ganado, y todo se da muy bien, pues Francisco de Terrazas cogió seiscientas fanegas, de cuatro que sembró.